segunda-feira, 12 de setembro de 2011

O CONFLITO NA LÍBIA - PARTE 3



ARMAR A LOS REBELDES: la experiencia de Afganistán

Cuando se ve la dramática experiencia de los esfuerzos de Estados Unidos por movilizar a las poblaciones de Afganistán contra la ocupación soviética de los años 1980, debería resultar evidente que la política de la Casa Blanca de Ronald Reagan consistente en armar a los muyahidines afganos con cohetes Stinger y otras armas modernas resultó trágica para los propios Estados Unidos. Como Robert Gates parece admitir prácticamente en sus Memorias, Al-Qaeda fue creada en aquellos años por Estados Unidos como una especie de legión árabe destinada a combatir la presencia soviética, con los desastrosos resultados a largo plazo que ya conocemos.

Hoy en día está claro que Estados Unidos está entregando armas modernas a los rebeldes libios a través de Arabia Saudita y de la frontera egipcia, con el activo respaldo del ejército egipcio y de la nueva junta militar proestadounidense instaurada en el propio Egipto [13]. Todo lo anterior constituye una violación directa de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exhorta a un embargo total de las entregas de armas a Libia. Se supone que las armas entregadas van a utilizarse contra el coronel Kadhafi en las próximas semanas. Sin embargo, dada la naturaleza violentamente antiestadounidense de la población del noreste de Libia que está recibiendo ese armamento, no es posible garantizar con absoluta certeza que todas esas armas no acaben por volverse un día contra quienes las proporcionaron.

Pero lo que plantea un problema más importante aún es la conducta de un futuro gobierno libio controlado por el actual consejo rebelde, con su amplia mayoría de islamistas del noreste, o de un gobierno parecido de un posible futuro Estado independiente cirenaico. Suponiendo que un régimen de ese tipo tenga acceso a los ingresos del petróleo, es evidente que ello plantearía cierto número de problemas de seguridad internacional. [El periodista] Daya Gamage escribe al respecto: «Si la rebelión logra derribar el régimen de Kadhafi, tendrá entonces acceso directo a las decenas de miles de millones de dólares que Kadhafi supuestamente escondió en diferentes países durante sus 40 años de reinado.» [14] Después de haber visto la mentalidad prevaleciente en el noreste de Libia, no es difícil imaginar en qué serían utilizados dichos ingresos.

¿Qué es Al-Qaeda y por qué lo utilizó la CIA?

Al-Qaeda no es una organización centralizada sino más bien una especie de agrupación de fanáticos, de sicóticos, agentes dobles, provocadores, mercenarios, etc. Como ya explicamos anteriormente, Al-Qaeda fue creada por Estados Unidos y los británicos durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán. Es evidente que la mayoría de sus líderes, como el famoso vicecomandante Ayman Zawahiri, o la actual estrella en ascenso Anwar Awlaki, son agentes dobles del MI6 y/o de la CIA. La creencia fundamental alrededor de la cual se estructura Al-Qaeda es que todos los gobiernos árabes o musulmanes actuales son ilegítimos y que deben ser derrocados ya que no representan al califato que Al-Qaeda dice ver en el Corán. Eso significa que la ideología de Al-Qaeda constituye para las agencias de inteligencia una herramienta sencilla y lista para uso cuando se trata de atacar y desestabilizar a los gobiernos árabes y musulmanes establecidos, en el marco de la constante necesidad imperialista y colonial de saquear y de atacar a las naciones en vías de desarrollo. Esto es precisamente lo que está sucediendo actualmente en Libia.

Al-Qaeda surgió del medio político-cultural de los Hermanos Musulmanes, o Ikhwan, creado también por los servicios de inteligencia británicos en el Egipto de los años 1920. Estados Unidos y Gran Bretaña utilizaron entonces a los Hermanos Musulmanes egipcios como movimiento de oposición contra las brillantes políticas antiimperialistas del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, quien estaba logrando enormes victorias para su país con la nacionalización del canal de Suez y la construcción de la represa de Asuán, sin las cuales era inconcebible el Egipto moderno. Los Hermanos Musulmanes actuaron contra Nasser como una especie de «quinta columna», compuesta de agentes extranjeros, exactamente de la misma manera en que Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) proclama a toda voz su respaldo a la rebelión contra el coronel Kadhafi.

En mi reciente libro El terror fabricado: Made in USA [15] refiero detalladamente la naturaleza de Al-Qaeda, por lo que no repetiré aquí ese análisis. Me limitaré a recordar que no tenemos por qué creer en el fantasioso mito que el gobierno de Estados Unidos ha construido alrededor de la apelación «Al-Qaeda», para reconocer el ya demostrado hecho de que los militantes o los desequilibrados que se unen a las filas de Al-Qaeda son a menudo sinceros en lo que se refiere a su odio y su ardiente deseo de «matar estadounidenses y europeos». La política de la administración Bush utilizó la supuesta presencia de Al-Qaeda como pretexto para desencadenar un ataque militar directo contra Afganistán e Irak. La administración Obama está modificando esa política al intervenir junto a una rebelión en la que Al-Qaeda y sus aliados están fuertemente representados porque atacan al régimen autoritario del coronel Kadhafi, que se mantenía en el poder desde hace décadas. Ambas políticas conducen al fracaso y es necesario abandonarlas.

Los jefes de los rebeldes Jalil y Yunis, al igual que la mayor parte de los miembros del Consejo de los rebeldes libios, son miembros de la tribu Harabi, vinculada a Al-Qaeda

El resultado de la presente investigación es que la rama libia de Al-Qaeda es una prolongación del Grupo Islámico Combatiente en Libia en Derna y Benghazi. La base étnica del GICL es, aparentemente, la tribu Harabi [profundamente] antikadhafista, de la que procede la gran mayoría de los miembros del Consejo de los rebeldes, incluyendo a sus dos principales líderes Abdul Fatah Yunis y Mustafa Abdul Jalil. Estos elementos demuestran que, en la práctica, el Grupo Islámico Combatiente en Libia, la élite de la tribu Harabi y el Consejo de los rebeldes respaldado por Obama están muy estrechamente vinculados. Como me decía hace algunos años el ex ministro de Relaciones Exteriores de la República de Guyana y presidente de la Asamblea General de la ONU, Fred Willis –quien fue un verdadero combatiente contra el imperialismo y el neocolonialismo–, tras las formaciones políticas en los países en vías de desarrollo (y no sólo en esos países) se esconden a menudo rivalidades étnicas o religiosas. Eso es lo que sucede en Libia. La rebelión contra Kadhafi es una mezcla envenenada de odio fanático contra Kadhafi, de islamismo, de tribalismo y de rivalidades locales. Desde este punto de vista, la decisión de Obama de tomar partido en una guerra tribal es una idiotez.

Cuando Hillary Clinton viajó a París para que el presidente francés Nicolas Sarkozy le presentara a los rebeldes libios, la secretaria del Departamento de Estado se reunió con el líder de la oposición libia Mahmud Jibril, un personaje que recibió una educación estadounidense y cuyo nombre ya era conocido para los lectores de Wikileaks como uno de los [interlocutores] preferidos de Estados Unidos [16].

Jibril puede ser considerado un personaje presentable en París, pero los verdaderos cabecillas de la insurrección libia son en realidad Jalil y Yunis, dos ex ministros de Kadhafi. De estos dos personajes, el verdadero jefe parece ser Jalil, al menos por el momento: «Mustafa Abdul Jalil o Abdul-Jalil (en árabe: مصطفى عبد الجليل, que también puede escribirse Abdul-Jelil, Abd-al-Jalil, Abdel-Jalil o Abdeljalil, y también a veces, erróneamente, Abud Al Jeleil) es un político libio nacido en 1952. Fue ministro de Justicia (y, de forma no oficial, secretario del Comité General del Pueblo) del coronel Muammar el-Kadhafi (…) Abdul Jalil ha sido identificado como el presidente del Consejo Nacional de Transición basado en Benghazi, aunque otros elementos entre los rebeldes cuestionan su nominación a ese puesto debido a sus relaciones pasadas con el régimen de Kadhafi.» [17]

En cuanto Yunis, estuvo estrechamente vinculado a Kadafhi desde que este último tomó el poder, en 1968-1969. «Abdul Fatah Yunis (en árabe: عبد الفتاح يونس) es un alto oficial del ejército libio. Tenía rango de general y ocupó el puesto de ministro del Interior antes de dimitir el 22 de febrero de 2011…» [Ibid.]

Lo que más debería inquietarnos es que tanto Jalil como Yunis son miembros de la tribu Haribi, mayoritaria en el noreste de Libia, que es precisamente la tribu que se relaciona con Al-Qaeda. Según la agencia Stratfor, «…la tribu Harabi es históricamente un poderoso conjunto de clanes del este libio que ha visto declinar su influencia bajo Kadhafi. El líder libio confiscó, en efecto, tierras cultivables a los miembros de esa tribu para entregarlas a otros clanes más débiles, pero más leales… La mayoría de los líderes del este libio hoy emergentes provienen de la tribu Harabi, incluyendo a los jefes del gobierno provisional instalado en Benghazi, Abdel Mustafa Jalil y Abdel Fatah Yunis, que tuvieron un papel fundamental en la deserción de ciertos militares al principio de la insurrección» [18]. Es un poco como una carrera por la presidencia [estadounidense] en la que ambos candidatos provienen del mismo Estado, con la diferencia de que las feroces rivalidades tribales agravan considerablemente el problema.

(DEVIDO À SUA EXTENSÃO, A PUBLICAÇÃO DESTE TEXTO CONTINUA NOS PRÓXIMOS DIAS)

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